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jueves, 24 de noviembre de 2011


De este modo, Macchiarola & Martin (2006), presentan la primera teoría de la planificación, conocida como: Teoría Teleológica-Democrática, que basada en una “racionalidad instrumental orienta sus fines a un modelo de “Incerteza” donde las acciones pueden preverse con flexibilidad [de manera] participativa, democrática y consensual. [Orientando] las decisiones de profesores y maestros”.
La planificación, desde los cimientos de esta teoría, busca destacar la importancia de construir y ejecutar planes estratégicos normativos  institucionales, que permitan establecer acciones y obtener resultados a futuro con carácter previsible con un alto nivel de certeza.
Donde ello implica conocer el contexto para actuar desde y sobre el proceso de planificación, identificando las debilidades y fortalezas, tomando en cuenta para así la relación entre los actores  y el mundo de cosas existentes que les son inherentes.
La teoría teleológica democrática persigue llevar a la institución hacia un estado de funcionamiento deseable, tomando en cuenta el empleo de acciones eficaces y eficientes de los recursos disponibles en base a un modelo normativo programático.
Llevar a cabo planes bajo en este enfoque teórico implica tomar en cuenta la participación de los actores (directores, maestros y psicopedagogos que ejercen en el nivel primario) ejecutores de las acciones, de manera que sea la mayoría quienes democráticamente tomen las decisiones del mismo.
Es decir, esta teoría gestiona la participación, la negociación, los acuerdos, las interacciones sociales, la intervención eficaz y el pluralismo democrático, de manera previsible, gobernable y controlable para el logro de ciertos propósitos y objetivos instruccionales.
Ahora bien, Macchiarola & Martin, argumentan que la segunda teoría implícita en el proceso de planificación educativa es la Tecno-Eficientista sustentada por la ideas de profesores de nivel medio sin formación pedagógica, tales como ingenieros, abogados, comunicadores, físicos, entre otros.
Con una base paradigmática en el positivismo, esta teoría busca construir planes institucionales basados en un diagnóstico riguroso de medición científica, con carácter objetivo y valido, que permite proveer con eficiencia y exactitud las tendencias futuras, privilegiando las lógicas y las formas de conocer y actuar.
La evaluación inicial y final de los planes debe ser científicamente objetiva, utilizando pruebas fiables de tratamiento cuantitativo conducentes a un modelo de certeza desterminística, exacta y controlable.
A diferencia de la teoría mencionada en la parte anterior, en está, el conocimiento absoluto de la ejecución de los planes reposan sobre el técnico (no pedagogo) que aplica el proyecto, según su lógica y disciplina, quien además de ser conocedor de los instrumentos de medición es capaz de persuadir a los demás para el logro de los fines planteados, llegando a tomar decisiones individuales. Lo que impide la participación democrática.
Esta teoría otorga especial preeminencia al logro de los objetivos sobre la calidad de los procesos, y la planificación de estos logros, se centra en el resultado preciso de la sumatoria de sucesos parciales. Generando un plan técnico o instrumental en todo momento predecible, sin sorpresas sujeto a normas y objetivos que procuran llevar a la realidad el “deber ser” de la institución.

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